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Sobre las lecciones que deberíamos aprender en Bolivia de uno de los más admirables sistemas educativos y de promoción de la lectura.
“El estilo de trabajo del shandy era la inmersión, la concentración en el trabajo. ‘O está uno sumergido o la atención flota a lo lejos’, escribió Juan Gris. Esto explica, en parte, que llegaran a instalarse en el Bahnhof Zoo, un submarino inmóvil, en busca de esa inmersión o concentración en el trabajo”. Enrique Vila Matas, Historia abreviada de la literatura portátil.
Cada vez es más conocida la admirable calidad del sistema educativo de Finlandia, un país relativamente nuevo, recién desvinculado de Rusia en 1917. Pese a su juventud y reducida tradición literaria, ha concitado ya una extraordinaria atención hacia sus sistemas de educación pública y bibliotecaria, consideradas entre las mejores del viejo continente, superando a países como Suecia y Alemania. Una prueba de ello son los resultados de las pruebas internacionales PISA, un estudio mundial a jóvenes de 15 años en 50 países, que colocó a Finlandia en el primer lugar en 2012.
Si bien Finlandia se hizo conocer por virtudes como su adelanto tecnológico, libertad de prensa, sustentabilidad ambiental y política de reciclaje, además de un índice bajísimo de corrupción, lo que le ha conferido mayor interés internacional han sido sus políticas educativas, apoyadas en una inversión estatal concienzuda para que el país cuente con una red de bibliotecas públicas y escolares.
Según datos de la bibliotecóloga Claudia Gilardoni, en Finlandia existen 948 bibliotecas (entre principales, públicas y subordinadas), además de 200 bibliobuses que recorren zonas alejadas del país. Podría decirse que estos buses se constituyen en dispositivos abreviados de una literatura portátil, lo cual es ya un guiño fantástico para los lectores de Julio Verne, pero más enfáticamente para los que seguimos al travieso Enrique Vila Matas. Después de todo, por sus cualidades de cabina de inmersión, ¿acaso una biblioteca no debería pensarse arquitectónicamente como emparentada con un submarino?
Subterraneidad
Helsinki, capital de Finlandia, es conocida además por su fabulosa ciudad subterránea, una extensa área que incluye una céntrica estación ferroviaria, tres estaciones de metro (Rautatientori, Kamppi y Kaisaniemi), centros comerciales, además de tiendas, una pista para correr, una pista de hielo y una piscina. Desde los alrededores de la estación de Kaisaniemi, incluso se puede acceder a la biblioteca de Alexandria, la mayor biblioteca universitaria del país, sin necesidad de salir a la superficie. La diseñadora Eija Kivilaakso indica que es además una estrategia para contrarrestar la temperatura baja de invierno, ya que bajo tierra la temperatura es más agradable.
Tiene razón Ricardo Piglia cuando dice que la lectura es una cuestión de temperatura corporal, algo que los vendedores de cursos de lectura rápida desconocen. En ese sentido, una biblioteca debe ser también una cápsula de regulación climática, y consecuentemente un espacio de inmersión subterránea. Por ello, aunque las bibliotecas de Finlandia estén construidas a ras de suelo, no es descabellado entenderlas como submarinos o artefactos de inmersión para el ciudadano: por su conexión con la ciudad subterránea (en el caso de Helsinki), y por las lecturas de ficción que alimenta.
La estructura de la Biblioteca Central de la Universidad de Helsinki, llamada Kaisa, promueve la inmersión aunque tengan a la luz natural como principal aliada. Creada por el estudio de arquitectos Anttinen Oiva, Kaisa es un ejemplo de lo que se puede crear cuando arquitectos, diseñadores y lectores trabajan creativamente unidos. Este edificio de siete pisos con cinco áreas de lectura y estudio por planta es también una muestra física, patrimonio de la capital, de lo que se puede lograr cuando un país apuesta a la educación con tecnología como centro de su levantamiento.
Tomar nota
¿Qué podríamos aprender y sacar en limpio para el funcionamiento de las bibliotecas públicas en Bolivia? La pregunta es extensa, sin embargo pueden resaltarse brevemente ciertos aspectos de esta filosofía educativa: Primero, que la política de desarrollo de las bibliotecas públicas debe ser gestionada por el Ministerio de Educación, no por las alcaldías. Segundo, que el sistema educativo (escolar y universitario) debe concebirse dentro de un solo sistema donde la red de bibliotecas juega un papel decisivo; esto es: articulación del currículo escolar con la biblioteca, trabajo coordinado de profesores con bibliotecarios. Según los estudios PISA del 2012, los estudiantes finlandeses se situaron en la cima en términos de comprensión lectora y alfabetización científica. Pero he aquí el detalle: el interés principal de los finlandeses consiste en formar, no sólo excelentes alumnos según el currículo escolar, sino estudiantes que demuestren también conocimiento y destreza para la vida adulta.
Esto último nos lleva a un tercer aspecto clave, que responde a la pregunta ¿cómo deberían funcionar las bibliotecas públicas en la era de las nuevas tecnologías de comunicación? En Finlandia entendieron que una biblioteca en nuestra era -la del internet- debe ofrecer un sistema multiservicio. Gilardoni explica que en aquel país se combina la biblioteca tradicional con la digital, generando bibliotecas híbridas, una innovación.
Outi Puuko, especialista local, cuenta que las bibliotecas finlandesas fueron creadas para ofrecer varios servicios inéditos. “¿Le gustaría digitalizar sus LP y sus casetes o pedir prestada una máquina de coser o una obra de arte? Las bibliotecas son auténticas salas de estar públicas y equipadas con recursos multimedia, donde se organizan incluso actividades al aire libre”. En una entrevista para el diario Heraldo de Aragón, el pedagogo español Xavier Melgarejo añade: “Tienen familias muy lectoras que van a la biblioteca como nosotros vamos al bar, y unos servicios extraordinarios, donde cualquiera tiene derecho a cualquier libro pagado con fondos públicos”.
*Filósofo (@jorgelun11)
Cada vez es más conocida la admirable calidad del sistema educativo de Finlandia, un país relativamente nuevo, recién desvinculado de Rusia en 1917. Pese a su juventud y reducida tradición literaria, ha concitado ya una extraordinaria atención hacia sus sistemas de educación pública y bibliotecaria, consideradas entre las mejores del viejo continente, superando a países como Suecia y Alemania. Una prueba de ello son los resultados de las pruebas internacionales PISA, un estudio mundial a jóvenes de 15 años en 50 países, que colocó a Finlandia en el primer lugar en 2012.
Si bien Finlandia se hizo conocer por virtudes como su adelanto tecnológico, libertad de prensa, sustentabilidad ambiental y política de reciclaje, además de un índice bajísimo de corrupción, lo que le ha conferido mayor interés internacional han sido sus políticas educativas, apoyadas en una inversión estatal concienzuda para que el país cuente con una red de bibliotecas públicas y escolares.
Según datos de la bibliotecóloga Claudia Gilardoni, en Finlandia existen 948 bibliotecas (entre principales, públicas y subordinadas), además de 200 bibliobuses que recorren zonas alejadas del país. Podría decirse que estos buses se constituyen en dispositivos abreviados de una literatura portátil, lo cual es ya un guiño fantástico para los lectores de Julio Verne, pero más enfáticamente para los que seguimos al travieso Enrique Vila Matas. Después de todo, por sus cualidades de cabina de inmersión, ¿acaso una biblioteca no debería pensarse arquitectónicamente como emparentada con un submarino?
Subterraneidad
Helsinki, capital de Finlandia, es conocida además por su fabulosa ciudad subterránea, una extensa área que incluye una céntrica estación ferroviaria, tres estaciones de metro (Rautatientori, Kamppi y Kaisaniemi), centros comerciales, además de tiendas, una pista para correr, una pista de hielo y una piscina. Desde los alrededores de la estación de Kaisaniemi, incluso se puede acceder a la biblioteca de Alexandria, la mayor biblioteca universitaria del país, sin necesidad de salir a la superficie. La diseñadora Eija Kivilaakso indica que es además una estrategia para contrarrestar la temperatura baja de invierno, ya que bajo tierra la temperatura es más agradable.
Tiene razón Ricardo Piglia cuando dice que la lectura es una cuestión de temperatura corporal, algo que los vendedores de cursos de lectura rápida desconocen. En ese sentido, una biblioteca debe ser también una cápsula de regulación climática, y consecuentemente un espacio de inmersión subterránea. Por ello, aunque las bibliotecas de Finlandia estén construidas a ras de suelo, no es descabellado entenderlas como submarinos o artefactos de inmersión para el ciudadano: por su conexión con la ciudad subterránea (en el caso de Helsinki), y por las lecturas de ficción que alimenta.
La estructura de la Biblioteca Central de la Universidad de Helsinki, llamada Kaisa, promueve la inmersión aunque tengan a la luz natural como principal aliada. Creada por el estudio de arquitectos Anttinen Oiva, Kaisa es un ejemplo de lo que se puede crear cuando arquitectos, diseñadores y lectores trabajan creativamente unidos. Este edificio de siete pisos con cinco áreas de lectura y estudio por planta es también una muestra física, patrimonio de la capital, de lo que se puede lograr cuando un país apuesta a la educación con tecnología como centro de su levantamiento.
Tomar nota
¿Qué podríamos aprender y sacar en limpio para el funcionamiento de las bibliotecas públicas en Bolivia? La pregunta es extensa, sin embargo pueden resaltarse brevemente ciertos aspectos de esta filosofía educativa: Primero, que la política de desarrollo de las bibliotecas públicas debe ser gestionada por el Ministerio de Educación, no por las alcaldías. Segundo, que el sistema educativo (escolar y universitario) debe concebirse dentro de un solo sistema donde la red de bibliotecas juega un papel decisivo; esto es: articulación del currículo escolar con la biblioteca, trabajo coordinado de profesores con bibliotecarios. Según los estudios PISA del 2012, los estudiantes finlandeses se situaron en la cima en términos de comprensión lectora y alfabetización científica. Pero he aquí el detalle: el interés principal de los finlandeses consiste en formar, no sólo excelentes alumnos según el currículo escolar, sino estudiantes que demuestren también conocimiento y destreza para la vida adulta.
Esto último nos lleva a un tercer aspecto clave, que responde a la pregunta ¿cómo deberían funcionar las bibliotecas públicas en la era de las nuevas tecnologías de comunicación? En Finlandia entendieron que una biblioteca en nuestra era -la del internet- debe ofrecer un sistema multiservicio. Gilardoni explica que en aquel país se combina la biblioteca tradicional con la digital, generando bibliotecas híbridas, una innovación.
Outi Puuko, especialista local, cuenta que las bibliotecas finlandesas fueron creadas para ofrecer varios servicios inéditos. “¿Le gustaría digitalizar sus LP y sus casetes o pedir prestada una máquina de coser o una obra de arte? Las bibliotecas son auténticas salas de estar públicas y equipadas con recursos multimedia, donde se organizan incluso actividades al aire libre”. En una entrevista para el diario Heraldo de Aragón, el pedagogo español Xavier Melgarejo añade: “Tienen familias muy lectoras que van a la biblioteca como nosotros vamos al bar, y unos servicios extraordinarios, donde cualquiera tiene derecho a cualquier libro pagado con fondos públicos”.
*Filósofo (@jorgelun11)
fonte Opinion
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